Hace unos
meses me dí cuenta de que a finales de este año se cumplirán veinte de la
salida de mi primer disco como solista, es decir, del arranque de este viaje en
el que yo he sido quien maneja el timón y que ya lleva una lista respetable de
títulos discográficos y de muchas otras aventuras más.
“Entre la
pena y el gozo” se llama aquella primera grabación en llevar mi nombre
encabezando un proyecto musical. Fue el primer proyecto que yo podía sentir que
me reflejaba mejor que cualquier otro de los que había formado parte hasta ese
momento; al menos eso era lo que yo estaba intentando que sucediera. Para lograrlo decidí partir del
universo musical que había descubierto por un golpe de suerte y del cual me
había enamorado desde la “primera cantada”: aquellas canciones antiguas
españolas, que a pesar de haber sido compuestas hacía siglos estaban llenas de
frescura y eran profundamente bellas, y que yo llevaba años cantando de manera
paralela a los que habían sido mis “proyectos principales”. Casi todas eran canciones de amor, por
eso el título, ya que hablaban del amor en todos sus matices y colores. Y también abundaban las canciones de
origen sefardí, es decir aquellos maravillosos cantos de los judíos españoles
transmitidos por tradición oral, principalmente de madres a hijas, y que los
judíos se llevaron por el mundo después de su exilio de España…… cantos que en
los siglos posteriores llegaron a México y dejaron sus versos plasmados en
muchas canciones de la lírica popular.
Esas canciones cantadas en “ladino”, el español arcaico de los judíos
sefardíes, de las que yo me había enamorado y con las que tenía yo una
maravillosa y sorprendente afinidad – me gustaban y yo parecía gustarle a
ellas…
“Puncha puncha, la
rosa huele que el amor mucho duele, tú no naciste para mí, presto aléjate de mí
“Por amar una donzella, de aquí d’este
lugar. Ah, yo la amo, yo la quero, yo salí’n su buxquida”.
Y ya son
veinte años de caminar, veinte años en los que al mismo tiempo que miro al
frente tratando de que cada nuevo paso me lleve a explorar un territorio
distinto, no dejo de voltear atrás, especialmente al momento de iniciar cada
nuevo proyecto. Miro atrás para
nutrirme de la belleza y perfección de aquellos cantos que me inspiraron a
arrancar el vuelo. Y cada vez que vuelvo a cantarlas, mi voz toca tierra. Es
por todo esto que el descubrimiento maravilloso que fue hacer mías estas
canciones y que tomó forma y color y se llamó “Entre la pena y el gozo” merece
ser celebrado largamente, así que las campanas del festejo están empezando ya a
sonar.
"entre la pena y el gozo" fue para mi algo de muy especial mientras mi estancia en Mexico, une obra emocionante, se queda en mi corazon! gracias
ResponderEliminarMi viaje contigo, en realidad, comenzó con "Que Nadie, Nadie Creerá el Incendio", En dónde me enamoré del poema de Enriqueta Ochoa, "Sin ti, no". Hay otras joyas y otros discos que vinieron después o que descubrí de tu obra ya producida. Pero esa es una obra maestra que sólo Tú puedes interpretar. Enhorabuena!
ResponderEliminarFelicidades, Jaramar. Y un millón de gracias porque tu voz ha acompañado los momentos más felices y los más atroces de este servidor tuyo. El mundo hoy es muy difícil, pero sin los músicos y los cantantes sería francamente inhabitable. ¡Cuántas veces tu interpretación impecable pero cálida, vívida, ha convertido una profunda pena o un dolor desquiciante en sufrimiento moderado! ¡Y cuántas veces ha vuelto la esperanza al oírte! Infinitas gracias, de una vez.
ResponderEliminarMil gracias por hacer suya mi música, es lo que hace que tenga sentido.
ResponderEliminarValientes aquellos que izan las velas por el ancho y profundo mar… un viaje por demás maravilloso, felicidades.
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