miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuando veinte años sí son muchos.




Hace unos meses me dí cuenta de que a finales de este año se cumplirán veinte de la salida de mi primer disco como solista, es decir, del arranque de este viaje en el que yo he sido quien maneja el timón y que ya lleva una lista respetable de títulos discográficos y de muchas otras aventuras más.

“Entre la pena y el gozo” se llama aquella primera grabación en llevar mi nombre encabezando un proyecto musical. Fue el primer proyecto que yo podía sentir que me reflejaba mejor que cualquier otro de los que había formado parte hasta ese momento; al menos eso era lo que yo estaba intentando que sucediera.  Para lograrlo decidí partir del universo musical que había descubierto por un golpe de suerte y del cual me había enamorado desde la “primera cantada”: aquellas canciones antiguas españolas, que a pesar de haber sido compuestas hacía siglos estaban llenas de frescura y eran profundamente bellas, y que yo llevaba años cantando de manera paralela a los que habían sido mis “proyectos principales”.  Casi todas eran canciones de amor, por eso el título, ya que hablaban del amor en todos sus matices y colores.  Y también abundaban las canciones de origen sefardí, es decir aquellos maravillosos cantos de los judíos españoles transmitidos por tradición oral, principalmente de madres a hijas, y que los judíos se llevaron por el mundo después de su exilio de España…… cantos que en los siglos posteriores llegaron a México y dejaron sus versos plasmados en muchas canciones de la lírica popular.  Esas canciones cantadas en “ladino”, el español arcaico de los judíos sefardíes, de las que yo me había enamorado y con las que tenía yo una maravillosa y sorprendente afinidad – me gustaban y yo parecía gustarle a ellas…

“Puncha puncha, la rosa huele que el amor mucho duele, tú no naciste para mí, presto aléjate de mí
 “Por amar una donzella, de aquí d’este lugar. Ah, yo la amo, yo la quero, yo salí’n su buxquida”.
Y ya son veinte años de caminar, veinte años en los que al mismo tiempo que miro al frente tratando de que cada nuevo paso me lleve a explorar un territorio distinto, no dejo de voltear atrás, especialmente al momento de iniciar cada nuevo proyecto.  Miro atrás para nutrirme de la belleza y perfección de aquellos cantos que me inspiraron a arrancar el vuelo. Y cada vez que vuelvo a cantarlas, mi voz toca tierra. Es por todo esto que el descubrimiento maravilloso que fue hacer mías estas canciones y que tomó forma y color y se llamó “Entre la pena y el gozo” merece ser celebrado largamente, así que las campanas del festejo están empezando ya a sonar.

5 comentarios:

  1. "entre la pena y el gozo" fue para mi algo de muy especial mientras mi estancia en Mexico, une obra emocionante, se queda en mi corazon! gracias

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  2. Mi viaje contigo, en realidad, comenzó con "Que Nadie, Nadie Creerá el Incendio", En dónde me enamoré del poema de Enriqueta Ochoa, "Sin ti, no". Hay otras joyas y otros discos que vinieron después o que descubrí de tu obra ya producida. Pero esa es una obra maestra que sólo Tú puedes interpretar. Enhorabuena!

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  3. Felicidades, Jaramar. Y un millón de gracias porque tu voz ha acompañado los momentos más felices y los más atroces de este servidor tuyo. El mundo hoy es muy difícil, pero sin los músicos y los cantantes sería francamente inhabitable. ¡Cuántas veces tu interpretación impecable pero cálida, vívida, ha convertido una profunda pena o un dolor desquiciante en sufrimiento moderado! ¡Y cuántas veces ha vuelto la esperanza al oírte! Infinitas gracias, de una vez.

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  4. Mil gracias por hacer suya mi música, es lo que hace que tenga sentido.

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  5. Valientes aquellos que izan las velas por el ancho y profundo mar… un viaje por demás maravilloso, felicidades.

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